En la infancia hacemos de la imaginación el alimento de nuestra conciencia, y caminamos con la fantasía tomada de la mano con la realidad. Cuando niños, tamizamos nuestras intenciones (nobles o despiadadas), por el inocente velo de la fábula. No obstante, cuando nos hacemos mayores, descubrimos que la esencia metafórica de esos anhelos, se revela desde el reducido contexto de nuestro mundo inmediato.  Y – si así lo permitimos – la realidad dura e implacable, es capaz de despojarnos de la delirante capacidad que alguna vez tuvimos para construir un mundo a la medida de nuestra ilusión.

 

Afortunadamente, Karina Nicholson ha conseguido mantener vivo el espíritu la niñez, una capacidad que, sumada a su talento de proyectar el fervor de sus ensueños, le ha permitido ofrecernos una placentera visión de su mundo interior. Un universo mágico, en el que se integran jubilosos héroes de su entelequia con animales de peluche y personajes de la cultura popular, en situaciones y espacios inesperados, frecuentemente inspirados en la literatura y en la historia del arte. 

 

Karina estructura sus óleos en valores asociados a la tradición estética humanista. Para ella la representación de la figura humana, la proporción en la composición y la armonía cromática de sus composiciones es fundamental. Y sus referentes para lograrlo son tan amplios como lo es su pasión por el arte de quienes nos han antecedido. Así, de manera perspicaz y humorista, pero a la vez gentil y afable, Nicholson es capaz de revisitar el renacimiento flamenco, el barroco italiano, el realismo francés y el sentido poético de la hermandad prerrafaelista, y con todo ello formular una visión propia y actual de seres que viajan por el tiempo, para contarnos hoy historias que superan la realidad.

 

Con Fábulas de Nobles Viajantes, la artista nos ofrece una antología visual de imágenes pictóricas que encarnan su vivaz visión de la existencia, y a la par, nos transportan a una dimensión en la que la nostalgia, el recuerdo y la ilusión, se funden para nutrir y reavivar con su impecable técnica, el espíritu perenne de nuestra primera candidez.

 

Reinier Rodríguez Ferguson

Curador